sábado, 26 de diciembre de 2009

La verdadera igualdad, ¿utopía?

Para comprender con exactitud la transformación experimentada por la mujer a lo largo de la historia deberíamos conocer, en primer lugar, cual era su situación en épocas pasadas donde, simplemente, ocupaba una posición subordinada en relación al hombre. La mujer se ha visto siempre relegada a una determinada estructura familiar donde, carecía totalmente de derechos políticos, libertades e igualdad jurídica a los que debemos añadir, su función social circunscrita a lo doméstico, a las labores de la casa, de la procreación y del cuidado de los hijos subordinada legalmente al hombre, padre o esposo.
La Revolución Francesa y las demás revoluciones liberal-burguesas plantearon como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos exclusivamente para el hombre, no al conjunto de los seres humanos. A partir de aquel momento, en Europa Occidental y Norteamérica se inició un movimiento denominado feminismo que luchó por la igualdad de la mujer y su liberación. Durante ese período, el principal objetivo del movimiento de las mujeres fue la consecución del derecho al voto para, posteriormente, reivindicar derechos sociales, acceso igualitario a la educación, al trabajo remunerado, etc.
Reivindicaciones que la sociedad española del siglo XXI aun no ha alcanzado en muchos aspectos manteniéndose la lucha de un colectivo cada vez más amplio que exige la igualdad absoluta entre hombres y mujeres valorando equitativamente los meritos y las capacidades de los trabajador@s en las empresas españolas, atajando definitivamente aquellas posiciones obsoletas que minusvaloran a las mujeres por considerarlas inferiores respecto al hombre perjudicando gravemente nuestro avance empresarial. L@s mejores deben ocupar los puestos de mayor responsabilidad estimando exclusivamente las capacidades de l@s mism@s sin exclusión alguna.
No obstante, esta reflexión constituye una utopía ya que la realidad nos demuestra su imposibilidad. Las empresas españolas muestran, una y otra vez como, los puestos de responsabilidad son ocupados por hombres cuya inferioridad es compartida con quienes adoptaron tal decisión. Decisiones arbitrarias argumentadas en el complejo de inferioridad que atesoran la inmensa mayoría de quienes nos agrupamos en el género masculino. En definitiva, la sociedad española evolucionará, en su justa medida, en el instante en que se valoren imparcialmente las capacidades de todos los individuos eliminando completos del pasado.

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