miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Cohabitación insolidaria?

En las últimas semanas hemos conocido la represión brutal sufrida por un pueblo, que reivindica históricamente sus derechos legítimos en clara contraposición a los de un país que controla en la actualidad un territorio al que autodenomina como sus Provincias Meridionales, Marruecos. El Sáhara Occidental (antiguo Sáhara Español) es un territorio situado a orillas del océano Atlántico, bajo supervisión directa del Comité de Descolonización de Naciones Unidas, organización que no reconoce la soberanía marroquí sobre dichos territorios. Durante años los responsables del pueblo saharaui han desarrollado una intensa labor diplomática al objeto de informar a la comunidad internacional en relación a una problemática solo comparable a la del pueblo palestino.

Las últimas informaciones ofrecidas por algunas organizaciones no gubernamentales señalan que el número de detenidos saharauis, tras el desmantelamiento por la fuerza del campamento de “Gdeim Izik”, se ha incrementado en los últimos días como consecuencia de la expulsión indiscriminada de los únicos testigos objetivos presentes en la zona, los medios de comunicación así como, los diferentes activistas pro derechos humanos que desarrollaban allí su labor. Fuerzas de seguridad, efectivos militares y colonos controlan absolutamente un territorio abandonado por la comunidad internacional presionada por la diplomacia marroquí.

En estas circunstancias, resulta altamente cuestionable la aptitud demostrada por la formación liderada por Mohamed Alí, tradicionalmente reivindicativa con los derechos de un pueblo musulmán históricamente violentado, el pueblo palestino pero, que en esta ocasión mantienen absoluto silencio en relación a las problemáticas que padece otro pueblo musulmán. Con esta columna no pretendo en ningún momento marroquinizar a la primera formación política en la oposición parlamentaria sino, llamar la atención de la ciudadanía sobre las incoherencias de unos políticos cuyo único objetivo es obtener el mayor número posible de apoyos electorales incluso, entre los colectivos más extremistas de la sociedad ceutí.

En definitiva, una vez más debo referirme a las incoherencias de una formación política, que ha condenado en repetidas ocasiones las actuaciones del Estado de Israel pero, que en estos momentos guarda absoluto silencio en relación a la brutalidad demostrada por las fuerzas de seguridad del reino alauí en respuesta a las reivindicaciones legítimas del pueblo saharaui. La solidaridad demostrada en ocasiones anteriores ha dado paso a la más absoluta indiferencia quizás, como consecuencia de su cohabitación con una formación política fiel exponente del laicismo más tradicional de la izquierda reaccionaria.

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