jueves, 11 de marzo de 2010

8 de marzo, un día para sumar

El Día Internacional de la Mujer conmemora, desde hace años, la lucha de la mujer a lo largo de la historia por alcanzar un reconocimiento legítimo, recogido en todas las constituciones democráticas, su participación en cualquier actividad en igualdad con el hombre. Una idea, que surgió al final del siglo XIX, en plena revolución industrial y durante el auge del movimiento obrero. Una conmemoración que recoge una lucha ya emprendida en la antigua Grecia por Lisístrata, quien empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra, y que se vio reflejada en la Revolución francesa aunque, no fue hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar la celebración de una jornada reivindicativa específica para la mujer y sus derechos.
Es momento de recordar las penurias sufridas por quienes han visto cercenados sus derechos fundamentales durante siglos, supeditadas en todo momento a la supremacía del falso “sexo fuerte”, el hombre. La historia esta repleta de relatos épicos que describen la penosa lucha de la mujer por alcanzar derechos reconocidos como esenciales destacando entre ellos, el fatídico 25 de marzo de 1911, en la fábrica Triangle de la ciudad de Nueva York, donde más de 140 jóvenes trabajadoras murieron en un trágico incendio provocado, circunstancia que supuso cambios importantes en la legislación laboral y en las celebraciones posteriores del Día Internacional de la Mujer
Por todo ello, el día 8 de marzo se convierte en un fecha simbólica en la que se pretende concienciar a la sociedad en general sobre el relevante papel que la mujer debe asumir en todos sus ámbitos para lo cual, siempre según mi modesta opinión, deberíamos hablar de una labor en la que se debería incentivar la participación del hombre por dos motivos fundamentales; como máximo responsable de esta discriminación pero, también como co protagonista en la consecución del objetivo final, la igualdad de género real. Sin ninguna duda, una labor complicada que necesita del compromiso leal de todos, hombres y mujeres.
En definitiva, el día 8 de marzo debería convertirse en un grito generalizado de la sociedad en general, hombres y mujeres, unidos alrededor de una única reivindicación posible, la igualdad de género real. Por todo ello, actos de reconocimiento, entrega de premios o actividades sociales a partir de este momento, deberían reconocer la labor de todos sin exclusión alguna, en igualdad de condiciones, valorando el esfuerzo, el trabajo y la capacidad desarrollado por quienes han luchado en la consecución de este objetivo final. Por tanto, sin ninguna duda, el día 8 de marzo debe ser un día para sumar, jamás para restar.

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