La historia es la ciencia
que tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad. Quien no conoce su
historia está condenado a repetir los errores del pasado. En esta ocasión, y
como consecuencia de los incidentes acontecidos en los últimos días, compartiré
con los lectores de este medio de comunicación algunas reflexiones sobre un periodo de tiempo equiparable a los
actuales, la Segunda República Española,
proclamada el 14 de abril de 1931 en sustitución de la monarquía de Alfonso XIII.
Un periodo convulso de nuestra historia que desembocó definitivamente en la denominada Guerra Civil Española.
Los historiadores dividen
cronológicamente la Segunda República Española en tres etapas claramente
diferenciadas. Un primer bienio caracterizado por las profundas reformas
introducidas por la coalición republicano-socialista gobernante. Un segundo
bienio denominado por las izquierdas como el “bienio negro” como consecuencia
de los triunfos electorales de la derecha española y la consiguiente
insurrección socialista conocida como la Revolución de octubre de 1934,
sofocada por el gobierno con la
intervención del ejército. Y la tercera etapa, marcada por el triunfo electoral
en febrero de 1936 de la coalición de
izquierdas conocida como Frente Popular.
La Segunda República
Española vino precedida de una economía mundial sumida en la Gran Depresión,
por intensas reivindicaciones de
libertades y derechos para los trabajadores y por tasas de desempleo
crecientes. Prolegómenos caracterizados por conflictos sociales, enfrentamientos
callejeros, revueltas anárquicas, huelgas revolucionarais, asesinatos por
grupos extremistas e intervenciones del Ejército. Debo recordar que la
agitación social arremetió con violencia
inusitada sobre dos símbolos del Estado, la Jefatura del Estado y la Iglesia. En definitiva, un corto periodo
de nuestra historia equiparable en muchos aspectos con los momentos actuales,
pero con una gran diferencia, la inmensa mayoría de españoles gozamos de firmes principios democráticos.
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