No puede existir duda alguna respecto a que el progresismo
español acostumbra, siempre que se encuentra en la oposición política, claro
está, a apoyar cualquier tipo de
iniciativa que le pueda reportar apoyos electorales. Para el recuerdo
quedará cualquiera de las críticas reivindicativas electoralistas
protagonizadas por los diferentes líderes socialistas, desde Felipe González
hasta Alfredo Pérez Rubalcaba,
arremetiendo contra cualquiera de los
presidentes de los gobiernos de España (Adolfo Suarez, Leopoldo
Calvo-Sotelo, José María Aznar o Mariano Rajoy).
Podría citar miles de ejemplos, pero me referiré única y
exclusivamente al último conocido, la campaña de descrédito emprendida desde
las filas progresistas contra el Ejecutivo popular con motivo de las dimisiones
y sustituciones de altos cargos producidas en la Agencia Tributaria, cuando la
realidad muestra una notable ventaja de los dirigentes socialistas sobre los
populares en esta cuestión. Sin ninguna duda, y con datos oficiales en la mano,
el PSOE gana al PP en sustituciones en los dos primeros años de Gobierno, 104
contra 119.
Las hemerotecas de los principales medios de comunicación
del país demuestran la veracidad de unas afirmaciones argumentadas en hechos
concretos protagonizados por el socialismo español. Sin ninguna duda, una
estrategia electoralista utilizada por todas las formaciones, que intervienen
en la actividad política, pero claramente dominada por quienes alcanzaron hace
años la calificación “Cum Laude” en esta materia. En definitiva, los ciudadanos deberíamos ser
capaces de reconocer, de una vez por toda, la capacidad de esta formación en
movilizar a la izquierda española frente al Partido Popular por actuaciones, al
menos, equiparables a las ejecutadas por ellos mismos. Con total
seguridad, la demagogia tiene nombre propio, Partido Socialista Obrero Español,
aunque por el camino quedó aquello de obrero.
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