Resulta
descorazonador comprobar la proliferación en los últimos años de asociaciones y
organizaciones creadas por inmigrantes marroquíes residentes en nuestro país cuya única
intención es defender los intereses de
su país de procedencia en detrimento de los del
país de acogida. Asociaciones y organizaciones empecinadas, entre otras
muchas cuestiones, en reivindicar la marroquinización de territorios españoles
extra peninsulares. Ciudadanos marroquíes que disfrutan de los derechos y las
libertades existentes en nuestro país
así como, de subvenciones públicas para arremeter contra los principios que cimentan el
documento que les confiere su estatus.
En esta ocasión, debo
referirme a la Asociación Watani para la Libertad y la Justicia, una asociación
creada con la intención de defender unos derechos ya reconocidos en el artículo
trece de nuestra Carta Magna, pero cuya realidad es diametralmente opuesta si analizamos algunas de las iniciativas protagonizadas por sus
principales dirigentes en los últimos años. Expondré algunos ejemplos que demuestran esta
afirmación; apoyo de esta asociación a
la consulta independentista planteadas por los nacionalistas catalanes o la
petición al reino de Marruecos del traslado de las iglesias católicas de los
centros urbanos a zonas del extrarradio.
Quizás esta
asociación, presuntamente financiada con fondos públicos, creada para defender las libertades de los
extranjeros en un país democrático como
el nuestro, debería destinar todos sus esfuerzos a reivindicar estos mismo
derechos en su país de procedencia o
exigir un mayor esfuerzo inversor del Reino de Marruecos en beneficio de una ciudadanía, que comprueba
indignada como las cantidades económicas destinadas en los presupuestos a sostener a la familia real marroquí es diez
veces mayor que el destinado a la familia real española. Una familia real que actualmente recibe 2.500 millones de dírhams
al año, equivalente a 234 millones de euros.
¿Cómo es posible que
estas asociaciones exijan en nuestro
país lo que no exigen en el suyo?, ¿cómo es posible que estas asociaciones
pretendan interferir en materias reservadas exclusivamente a quienes
disfrutamos de la nacionalidad española? Y por último ¿cómo es posible que a
pesar de todo lo dicho, estas
asociaciones puedan recibir subvenciones públicas? El Gobierno de España debe
reconsiderar las decisiones adoptadas por los anteriores gobernantes,
analizar en profundidad las
distintas actividades que estas
asociaciones desarrollan y actuar con la
firmeza que el Estado de Derecho les confiere.
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