Me encuentro entre aquellos que están totalmente convencidos
respecto a que las conductas humanas pueden ser corregidas aunque, siempre en
función de la determinación de las personas. En el caso que hoy nos ocupa, por
enésima vez y no será la última, es
totalmente imposible, puesto que nuestro
protagonista no tiene intención alguna
de hacerlo, a los hechos me remito. Sin ninguna duda, los hábitos oratorios del
“Califa” de Ceuta no han experimentado transformación alguna desde que iniciara
su andadura política y sindical de la mano del Partido Comunista de España en los años 80.
No deseo recurrir a estos comienzos, pero sí a las manifestaciones
vertidas en sus últimas intervenciones públicas, manifestaciones que demuestran la
intransigencia de un fanático ideológico. Primero difamó a los más de 20.000
ceutíes que apoyamos la candidatura con la que el Partido Popular concurrió a
las últimas Elecciones Autonómicas, acusándonos de racistas. Posteriormente atribuyó también este mismo
término al Delegado del Gobierno,
Francisco Antonio González Pérez, al
discrepar con sus planteamientos y ahora, un mes más tarde, carga con
vehemencia contra aquellos ceutíes decepcionados con la gestión
desarrollada por la Ciudad Autónoma con
motivo de la festividad de la Fiesta del
Sacrificio.
Sin ninguna duda, para el “Califa” de Ceuta no es posible la
discrepancia, no existe la libertad de expresión, solo puede existir un
pensamiento, el suyo. Solo existe un término para definir este proceder, para
definir el pensamiento único, tiranía. Quizás por ello, la inmensa mayoría de
ceutíes que depositaron su confianza en él,
cuando aún desconocían su verdadera personalidad, se la retiraron
tras conocer su proceder cuando tuvo
responsabilidades de gobierno, haciendo realidad aquel viejo dicho “Si quieres
conocer a Juanito, dale un carguito”. Jamás un proverbio demostró ser tan
cierto, pero lo realmente preocupante es que algunos parecen haber olvidado la
etapa más negra de nuestra historia democrática.
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