Cuando aún humean los
rescoldos del incidente protagonizado por un grupo de radicales de
extrema derecha en el Centro Cultural Blanquerna, con motivo de la celebración
de la Diada de Cataluña en Madrid, otro grupo de radicales, en esta ocasión de
extrema izquierda, atentaron con bomba
contra la basílica del Pilar en Zaragoza, causando afortunadamente solo
daños materiales. Sin ninguna duda, acciones condenables, acciones reprobables,
acciones deleznables, pero en nada comparables entre si puesto que, mientras la primera fue una
acción violenta con empujones, insultos y exaltación patriótica, la segunda fue
un atentado terrorista con artefacto explosivo.
Pues bien, a pesar de tan
claras diferencias, la izquierda española
condenó y exigió la disolución de la fuerza política de extrema
derecha a la que pertenecían quienes
violentaron el acto independentista, mientras han mantenido el mayor silencio
ante el ataque terrorista perpetrado contra la basílica de la Virgen del Pilar,
el templo de la patrona de la Hispanidad, días antes de la celebración de una
fiesta nacional, que conmemora la efemérides histórica en la que España, a
punto de concluir su proceso de
construcción del Estado y la integración de los reinos de España en una misma
monarquía, inició un período de proyección lingüística y cultural más allá de
los límites europeos.
Aunque no ha sido el único
acto de estas características en los últimos días, otro grupo terrorista
independentista atentó en el municipio orensano de Beade, uno más de los más de
130 atentados perpetrados por una organización terrorista que anhela la ruptura
del estado español sin recibir critica alguna del mal denominado progresismo
español. Claro, reivindicar la unidad de España si debe ser condenada, pero
atentar contra los intereses de todos los españoles no. La violencia, sea cual
sea su color político, debe ser siempre repudiada. Por cierto, no es mi
intención generaliza, pues estoy
totalmente convencido de la presencia en nuestra sociedad de una inmensa
mayoría de ciudadanos de izquierda, que rechazan la violencia protagonizada
por la extrema izquierda, pero la
realidad es más que evidente.
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