Las críticas vertidas desde el progresismo español contra el
Gobierno legítimo del Partido Popular elegido democráticamente por la mayoría
de los españoles se han multiplicado
exponencialmente en los últimos años. Un progresismo, que no debemos olvidar
engañó reiteradamente tanto a la ciudadanía como a los organismos internacionales al
manipular premeditadamente las cifras
macroeconómicas existentes. Críticas contra
la gestión del Ejecutivo del país en materias tan variopintas como: economía, justicia, política exterior, seguridad, sanidad,
educación o el denominado caso Bárcenas.
Los españoles somos conscientes, a pesar de estas críticas,
que las medidas adoptadas en los últimos años comienzan a mostrar mejoras sustanciales. Por poner algunos
ejemplos; las cifras del desempleo, a pesar de no ser buenas, han descendido por quinto mes consecutivo, lo
que no sucedía desde 2007, destacando además que esta caída es más del doble
que la del mismo periodo de 2012. También, por su trascendencia
macroeconómica, señalar que la suma
de la venta por parte del Tesoro Público
de 4.150 millones en letras y el fuerte descenso en la prima de riesgo, han
posibilitado una disminución significativa en los intereses a pagar, permitiendo cuadrar las cuentas públicas con
algo más de margen.
Soy consciente de que a pesar de estos datos, la situación
es compleja, muy compleja, millones de ciudadanos españoles continúan sin
encontrar empleo, miles de familias españolas subsisten gracias a las
diferentes prestaciones públicas asistenciales
y cientos de ellas, de la beneficencia. Aún queda mucho camino por
recorrer, mucho trabajo por hacer, pero lo que nadie puede negar en estos
momentos es la idoneidad de las innumerables medidas puestas en marcha por el
Ejecutivo del Partido Popular. Medidas impopulares, pero totalmente necesarias
como consecuencia de una situación heredada insostenible. A rio revuelto,
ganancia de pescadores y en esto, el progresismo español tiene experiencia
sobrada.
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